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miércoles, 14 de marzo de 2012

LOS POLÍTICOS SUELEN AFERRARSE AL PODER COMO PSICÓPATAS

Reportaje: Hugo Marietan


Los políticos suelen aferrarse al poder como psicópatas
Laura Di Marco1

Alcmeon, Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica, vol. 15, N° 3, marzo de 2009, págs. 210 a 212.

"Los políticos de fuste generalmente son psicópatas, por una sencilla razón: el psicópa­ta ama el poder. Usa a las personas para ob­tener más y más poder, y las transforma en cosas para su propio beneficio. Esto no quie­re decir, desde luego, que todos los políticos o todos los líderes sean psicópatas, ni mucho menos, pero sí que el poder es un ámbito don­de ellos se mueven como pez en el agua".
El que lo dice es el médico psiquiatra Hugo Marietán, uno de los principales especialistas argentinos en psicopatía y referencia obliga­da para aquellos que les ponen la lupa a estas personalidades atípicas, que no necesariamen­te son las que protagonizan hechos policiales de alto impacto.
Porque, precisamente, la alusión no se di­rige a los asesinos seriales al estilo de Hanni-bal Lecter, el perturbado psiquiatra de El si­lencio de los inocentes, sino a aquellas perso­nalidades que Marietán define como los "psi­cópatas cotidianos". Personalidades especia­les, pero que no sólo se adaptan perfectamente al medio, sino que también suelen estar a nues­tro alrededor sin mayores estridencias. Y más aún: muchos suelen llegar a la cima económi­ca, política y del reconocimiento social.
Lo novedoso en la definición que hace Marietán, miembro de la Asociación Argenti­na de Psiquiatría y considerado una autoridad en su especialidad, es que el psicópata no es un enfermo mental, sino una manera de ser en el mundo. Es decir: una variante poco fre­cuente del ser humano que se caracteriza por tener necesidades especiales. El afán desme­dido de poder, de protagonismo o matar pue­den ser algunas de ellas. Funcionan con códi­gos propios, distintos de los que maneja la so­ciedad, y suelen estar dotados para ser capi­tanes de tormenta por su alto grado de insen­sibilidad y tolerancia a situaciones de extre­ma tensión.
En la psicopatía, señala este experto, no hay "tipos", sino grados o intensidades diver­sas. Así, el violador serial sería un psicópata más intenso o extremo que el cotidiano, pero portador de la misma personalidad.
-¿Cómo distinguir un político psicópata del que no lo es?
-Una característica básica del psicópata es que es un mentiroso, pero no es un menti­roso cualquiera. Es un artista. Miente con la palabra, pero también con el cuerpo. Actúa. Puede, incluso, fingir sensibilidad. Uno le cree una y otra vez, porque es muy convincente. Un dirigente común sabe que tiene que cum­plir su función durante un tiempo determina­do. Y, cumplida su misión, se va. Al psicópata, en cambio, una vez que está arriba, no lo saca nadie: quiere estar una vez, dos veces, tres veces. No larga el poder, y mucho menos lo delega. Quizás usted recuerde a alguno así? Otra característica es la manipulación que hace de la gente. Alrededor del dirigente psi­cópata se mueven obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo, es capaz de hacer cosas que de otro modo no haría.
-¿Como bajo el efecto de un hechizo, dice usted?
-Son gente subyugada, sí, e incluso puede ser de alto nivel intelectual. Este tipo de líde­res no toman a los ciudadanos como perso­nas con derechos: los toman como cosas. Porque el psicópata siempre trabaja para sí mismo, aunque en su discurso diga todo lo contrario. La gente es un mero instrumento.
Carece de la habilidad emocional de la empa­tia, que es la capacidad de cualquier persona normal de ponerse en el lugar del otro. Las "cosas", para el líder político con estas carac­terísticas, tienen que estar a su servicio: per­sonas, dinero, la famosa caja, para comprar voluntades. Utilizan el dinero como un elemen­to de presión, porque usan la coerción. La pregunta del accionar psicopático típico es: ¿cómo doblego la voluntad del otro? ¿Con un cargo, con un plan, con un subsidio? ¿Cómo divido?
-¿El clientelismo político es, según usted, una forma de cosificación?
-Sí, porque es un "yo te doy, pero vos me devolvés, venís a tal o cual acto, me respon­des como yo te pido". No es un dar desintere­sado ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien no tiene. Es un uso de las per­sonas para construir el propio poder.
-Eso está claro, pero ¿qué lo definiría como un acto psicopático?
-Que le está quitando a la gente la capaci­dad de elegir. El psicópata siempre nos deja sin opciones: la gente que manipula está en una desventaja económica tal que no tiene otra salida: o como y lo sigo o no lo sigo y no como. La libertad de las personas es la capacidad de tener alternativas.
-¿El líder psicópata sabe que trabaja para él o cree realmente luchar por una causa superior?
-Es muy difícil entrar en su cabeza. Tie­nen una lógica muy distinta. Sin embargo, lo crea o no, la bandera que utiliza siempre es suprapersonal, más allá, incluso, de este mo­mento. Esto se ve bastante, también, en líde­res religiosos psicópatas, que apelan a la sal­vación del más allá. Otras banderas pueden ser la apelación al hombre nuevo, el proyecto nacional, la liberación, la raza superior, la Na­ción, la patria. El psicópata siempre necesita buscar un enemigo, para aglutinar. Y, por su­puesto, nunca va a decir: "Vamos a trabajar para mí".
-¿Qué sucede con este tipo de políticos en períodos normales, sin crisis agudas?
- Bueno, ahí viene el problema, porque el psicópata no se adapta a la tranquilidad. El necesita la crisis. Ser reconocido como sal­vador. En la paz, él no tiene papel. No la so­porta. Por eso las sociedades lideradas por políticos de estas características viven de cri­sis en crisis.
-¿Y este líder no puede cambiar? Aprende de sus errores?
-No. Siempre es igual a sí mismo: la psico­patía es una estructura que no cambia.
-Hasta ahora, los está pintando como seres indestructibles, pero algún talón de Aquiles deben tener. ¿Cuál es ese punto débil?
-La frustración de sus plantes. Cuando apuestan por un proyecto, ponen todo en él y no les sale. Ahí, el psicópata se desorganiza y empieza a hacer pavadas. Es una personali­dad controladora. Por eso en el momento de la frustración puede tener actitudes absoluta­mente toscas, torpes. Y en este punto, la gen­te ve que hace macanas, una detrás de otra, y empieza a quebrarse esa unidad, que consi­guió con su persuasión.
-Usted dice que se aferran al poder y que es muy difícil sacarlos. ¿Alguna sugerencia?
-Bueno, hacen falta un montón de líderes de los comunes, normales, o bien otro psicó­pata pesado que se le contraponga. Entre muchos logran sacar al dirigente psicópata, o, al menos, reducir su poder. Otra cosa es aprender a no elegirlos. El psicópata necesita desestabilizar siempre las cosas, aquí v allá. Por eso necesita fabricar crisis. Si uno va entendiendo cómo es su mecanismo, los pue­de distinguir y votar por otros líderes, que pue­den ser muy carismáticos, incluso, pero no psicopáticos.
-Si algún político psicópata llegara a leer esta entrevista, ¿se reconocería como tal?
-Por supuesto que no. Terminará de leer y les dirá a sus interlocutores: ¡qué barbaridad; cuántos psicópatas hay dando vueltas por el mundo!

Lic. Carlos W. Pérez Lora

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